Wednesday, May 09, 2007

Que su mamá es su mamá...

Un viejo dicho, uno de mis favoritos, ilustra la diferencia entre certeza y fe:
Que su mamá es su mamá, eso es certeza; que su pap
á es su papá, eso es fe.

Por supuesto que, habiendo sido acuñado antes de la primera temporada de CSI (entre otras, ¿a qué hora empezamos los colombianos, sudacas tropicales ,a entender claramente el tema aquel de las temporadas de las series? Acuérdenme de escribir una entrada del blog sobre esto), es anacrónico en el sentido estricto de la palabra; sin embargo la única herramienta que pone a prueba el Dogma concluyentemente, el examen de ADN, aún es lo bastante costosa y engorrosa como para mantener la paternidad en el ámbito de la fe.

O mejor, para que lo sea, siempre que no existan motivos de peso para dudarlo. (y que conste que empecé a escribir esto al menos cinco semanas antes de la muerte de Anna Nicole Smith y el subsiguiente circo que se armó para desvelar la paternidad de su valiosísima heredera)

Al menos en mi caso es así, aunque estoy dispuesto a apostar que en el de cualquier padre primíparo, listo a cada instante a henchirse de orgullo por su progenie, es muy sencillo considerar al muchachito como prueba irrefutable, no sólo de fertilidad sino de pericia amatoria. Y es que es más fácil tener fe cuando uno no la necesita. Digan lo que digan, estoy seguro que a Job tenía menos problemas para creer en el amor de Dios durante el primer Acto de su libro en la Biblia. (Para no mencionar lo que pensarían las docenas de semovientes, sirvientes y familiares que sufrieron la política divina un poco más en carne propia).

En el pasado, las dudas de paternidad debían tomarse con mucho más cuidado. No solamente comprobarlo era difícil, sino que solamente por la sospecha había que hacer valer su honor, generalmente mediante un duelo. Así que supongo que la mayor parte de las acusaciones se limitaban a los casos obvios, por ejemplo cuando el hijo de un comerciante holandés resultaba tener ojos rasgados, y en los que el ofensor era definitivamente menos diestro en alguna práctica mortal que el cornudo. Y aún así, de vez en cuando se conocían casos que culminaban trágicamente: en un juzgado, un crimen sangriento o una balada de Alci Acosta.

Hoy día, el examen de ADN es una constante tentación para los retos al Dogma, y aunque eso suena bien, la verdad las desventajas aún superan claramente a las ventajas. Por eso, el 99% de los casos[1] en los que se usa la prueba de ADN para probar la paternidad tiene que ver con demandas o testamentos. Básicamente, está uno lanzando una moneda donde un lado representa la satisfacción de comprobar que uno tiene una pareja fiel (o cuidadosa, o afortunada) mientras que la otra representa el ridículo asociado a tener que pedir un nuevo análisis de ADN, esta vez el propio, para verificar si el ADN adicional es de alce o reno.

En mi caso, y el hecho de que me concentre en mi caso es explicado y justificado tanto por el hecho de que es mi blog como por mi proverbial egolatría, es una situación más o menos bipolar. De los dos macacos, Juan Pablo aún no tiene una personalidad ostensible, pero Alejo la tiene, y por veinte. Y es tan marcada que en ocasiones reconozco claramente mis propios rasgos, pero en ocasiones me pregunto de dónde salen. ¿Es acaso recesivo, me pregunto a veces, por ejemplo, el gen del vallenato?

No tengo ningún motivo para dudar de mi paternidad, no sólo porque (como cualquier marido que prefiera las sábanas de su cama a los trapos de la casa del perro) jamás pongo en duda la virtud de mi esposa, sino porque Alejo es Mini Mí. (Si no sabe quién es Austin Powers…. Tsk, tsk, tsk. Lo compadezco.) Sin embargo, ciertas actitudes del muchachito me resultan tan ajenas, que el insidioso examen me muestra sus incrédulos dientes, tentándome a retar los axiomas básicos de mi universo. Un análisis juicioso del tema obtiene un resultado contundente: 21 contra 13 (el 35% o el 54%, según se mire), que si bien no es estadísticamente concluyente, debido al limitado tamaño de la muestra, sí permite comprobar la validez del Dogma, aunque a veces la competencia estuvo sospechosamente pareja.

De modo que yo ya quedé convencido que Alejo carga con mi cromosoma Y, tanto su mitad nerd como su mitad guapachosa. Vea usted la lista, y saque sus propias conclusiones.

Razones que me llevan a considerar una prueba de ADN para Alejandro

  1. Le gusta el reggaeton y el vallenato
  2. Prefiere corretear y brincar a sentarse en el computador
  3. Le gusta bailar, y lo hace más o menos bien
  4. No le gusta el Playstation
  5. Es capaz de vencer sus terrores nocturnos
  6. En las discusiones con la mamá, dice la última palabra
  7. Tiene un extenso club de fans entre sus compañeras de colegio
  8. Quiere casarse (a mi esa fiebre sólo me entró como un año antes de dar el paso), específicamente con Keira Knightley
  9. No pelea con su hermano
  10. En los juegos grupales, buena parte de sus amiguitos le hace caso
  11. No le gustan los juegos de mesa
  12. No le gusta escribir

Razones que me llevan a desistir de una prueba de ADN para Alejandro

  1. Le gusta el punk rock y el ska
  2. Prefiere corretear y brincar a los deportes de equipo
  3. En las fiestas, le da pena sacar a bailar (salvo a Bibi)
  4. No le gusta el fútbol
  5. Tiene terrores nocturnos
  6. Siempre quiere decir la última palabra
  7. Tiene un panteón de admiradas, casi todas mayores que él
  8. Quiere hacerle un hijo a Keira Knightley
  9. Se la pasa corrigiendo a su hermano
  10. En los juegos grupales, buena parte de sus amiguitos no entiende las complejas reglas del juego
  11. Le gustan los juegos de rol
  12. Le gusta leer
  13. Tiene una imaginación desbocada
  14. Quiere tener superpoderes
  15. No tiene la menor duda de que es el ser humano más inteligente que existe
  16. Es terriblemente subversivo
  17. Hace gala de un sarcasmo mordaz e ingenioso, que generalmente se pierde entre las simples mentes que lo rodean
  18. Es capaz de recitar escenas completas de sus películas favoritas
  19. Por la manera como explora su anatomía, puede inferirse que pasará gran parte de su pubertad rindiéndole culto a Onán
  20. Si uno no lo vigila de cerca, puede lanzarse desde… digamos, una ventana de segundo piso

P.D. Si después de un análisis concienzudo su opinión difiere de la mía, siéntase en libertad de guardársela para siempre.


[1] De hecho, me inventé esa estadística. Considérenlo una licencia poética, o un homenaje a Stephen Colbert.