Thursday, November 23, 2006

De la llegad del primogénito de Sir Vilson y Bibi

Esta historia, obviamente, ya tiene un poquito más de cuatro años. Por allá en el año 2002, cuando el furor de los bloggers ni existía, fue distribuida por correo electrónico (por error, a una lista extensa de destinatarios. Error afortunado, porque recibí muchas más comentarios positivos de los que habría recibido de la lista original). Ahora que he empezado este blog, varios de los lectores originales me sugirieron subirla. No tuve que pensarlo mucho, la verdad: no sólo el tema y el estilo corresponden al que espero utilizar en este foro, sino que así me doy un par de semanas más para terminar la entrada (nueva) que estoy escribiendo.

Bibi ya tiene seis (casi siete) meses de embarazo. Esto no debería tomar por sorpresa a nadie, porque sí estoy seguro de que ese sí que es un tema recurrente en mi conversación. De modo que si no me había hablado con alguno, estoy dispuesto apostar plata que otro de nuestros amigos en común en algún momento le debe haber dicho algo como ‘Ese Wilson no hace más que contar que su esposa está embarazada, qué mamera’.

Este ha sido un embarazo largo, y eso que nos dimos cuenta cuando ya Bibi llevaba como dos meses. Para ser completamente exactos antes se dio cuenta la mamá de Bibi, quien vino de Ibagué y se quedó un par de días con nosotros para las fiestas, y la pista reveladora fue que Bibi comía pescado con ansias. Ella es algo irregular, entonces a nosotros no se nos hacía raro que la visita de La Tía Pelirroja (esta es una deformación mejicana de un dicho gringo que, por más que me digan alienado, me gusta más: Aunt Flo, que suena igualito que ‘Aunt Flow’) tuviera más de un mes de retraso, pero el mareíto constante y los cambios extraños de apetito nos comenzaron a parecer sospechosos eventualmente, pero nos tomó dos Clear Blue (que dieron resultados contradictorios) y uno de Gonadotropina Coriónica convencernos del todo.§

Todo el proceso ha sido espectacular. Lo primero que hizo el doctor, cuando vio que éramos padres primíparos (literalmente), fue recomendarnos un libro. Lo que sin lugar a dudas le ahorró más o menos trescientas llamadas para preguntar por qué se estará moviendo tanto, o tan poco, si será que los mareos, que si puedo comer aguacate en salsa de almíbar, todas esas vainas. Eso sí, tanto el doctor como el libro nos advirtieron que la carga hormonal que viene con el embarazo podía afectar a Bibi, e incluso a mí.

Pues lo hizo. Bibi anda de un genio absolutamente angelical, no se pone brava por nada, está muy tranquila y calmada. Y yo me volví una nena. Es más, todavía no puedo decir la palabra ‘ecografía’, sin que se me humedezcan los ojos. ¿Ven?

Eso sí, durante los cinco primeros meses Bibi se rehusó empecinadamente a engordar, lo que resultó particularmente incómodo a la hora de ir a cine, o de mercar, porque nos tocaba parquear en los mismos sitios que el común de la gente. Pensamos en cargar la ecografía a todos lados por si alguien nos hacía reclamo a la hora de parquear en los espacios para señoras embarazadas, pero como la ecografía no viene marcada con nombre y cédula ya hubiera tocado involucrar declaración jurada del doctor y notario, y de todos modos ya casi no vamos a cine (¡bu!)

La barriga se le soltó un poquito cuando estuvimos en Chicago para el Spring Break, pero se contrajo una vez más cuando regresamos. Este último mes, sin embargo, ya se ha comenzado a engordar harto, y tuvimos que ir a comprarle algo de ajuar, porque la mayor parte de las camisetas le quedaba ombliguera (quiero decir, aún las que no son ombligueras, que le quedan como top)

La mayoría de ustedes debe saber que esperamos un varoncito, aunque debo confesar que yo quería una niña. (Claro que eso no es problema, ¿vieron ‘La vida en Rosa’?.... ja ja ja, chiste) Y de hecho los indicios (de abuelitas, por ejemplo que a Bibi no le salió casi barriga, y que inicialmente no se lo sentía mover mucho) parecían inclinarse por una niña.

Pues no. En la primera ecografía no le pudimos ver el sexo, aunque sí el corazoncito, y por supuesto eso fue motivo de la lágrima y el moco por parte no sólo de la Bibi sino de Sir Vilson. En la segunda (en la que, incidentalmente, también pateó, se chupó el dedo y abrió la boca) el doctor señaló una manchita gris que estaba al lado de otra mancha gris más grande y más clara, y otro montón de manchas igualmente informes y dijo ‘vea las peloticas y el pipicito’. Obviamente hubiera podido decir que era el hígado, los pulmones o el triciclo, yo le habría creído, más, como se trataba del género del descendiente, y yo tenía muchas ganas de que fuera una descendiente, expresé un poco de escepticismo. Algo así como ‘¿está seguro, doc?’ Antes de que pudiera responder, sin embargo, apareció clarísimamente la manito, y rascó las manchitas grises que el médico decía que eran las bolitas de m’hijo.

Con lo que quedó demostrada, no sólo la virilidad del mucharejo, sino mi paternidad.

Ya estábamos casi decididos por el nombre: si era niña ‘Alejandra’ o ‘Paula’ (mi propuesta completa era que se llamara ‘Paula Tina’, para que se tomara la vida con calma, pero Oscar, mi concuñado, me sugirió más bien ‘Ana Lisa’, para que fuera muy racional o, al menos, se dedicara a la arquitectura crítica.), y si era niño ‘Nicolás’. Ahora que eso era cuando esperábamos niña, pues apenas supimos que era niño ya el nombre no nos gustó tanto. (De hecho nos siguió pareciendo sonoro y todo, pero es que ahorita está de moda y hay *tantos* Nicos....)

Así que, varias decenas de semanas y cuatro ecografías después, mi hijo ostenta el nombre de Alejandro, aunque aún le decimos ‘miquito’ de cariño, y su abuelo materno lo bautizó ‘Alejo Comeponqué’ por motivos demasiado banales como para contar aquí, imagínense pues, ya que todos podemos atestiguar que el resto de la crónica no es precisamente un ensayo Heideggeriano. (Y no, no hay ningún cantante que se llame Alejandro Torres*, ustedes están pensando en Alejandro Sanz y Diego Torres)

La barriga de Bibi se rehúso empecinadamente a crecer hasta casi la semana 36 (y a aquellos lectores sagaces que hayan detectado una pequeña brecha de unos cuatro meses entre la última vez que había escrito algo y ahora, mis felicitaciones), pero entonces lo hizo de sobra. Debido a las peculiaridades del reloj biológico de Bibi, la fecha esperada del nuevo inquilino es algo difusa (¿les conté que no estamos seguros si Alejo Comeponqué (a) El Miquito Torres (a) el Cocó es Made In Isla Palma o Made In Bogotá [Made In The TV Room, para ser precisos]?), así que no estábamos muy seguros de cuánto tiempo más ibamos a tener que esperar, o más bien iba Bibi a tener que esperar cargando tamaña barrigota. ¿Vieron los últimos capítulos de la pasada temporada de Friends? Pues Bibi andaba tan emputable como Rachel, por las mismas razones.W

Finalmente, para la semana 39 o 40 (o aún 38), el doc nos ordenó la última ecografía, y se llegó a la conclusión de que El Miquito estaba demasiado grande, aunque las contracciones no habían empezado en serio (los fines de semana habíamos tenido algunas de ensayis, pero irregulares y espaciadas). De hecho, el doctor de la ecografía (el mismo que distingue las manchas grises de las peloticas de un bebé) intentó medirle el fémur del mojoncito en su máquina, y el fémur resultó demasiado largo para la escala. Es más, se calcula que ahorita (septiembre 3, durante la, un tanto anticlimática espera del trabajo de parto) está pesando 3,700 g. Aún no sabemos qué tanto, pero si tenemos la certeza de que va a ser grande, pobre Bibi. Para no ir más lejos, la señora que estaba al lado en la salita de parto (una vez más, reminiscencias del final de temporada de Friends) le contaba a la enfermera, llena de orgullo, que su primer hijo había sido un bebé ‘enorme’ de 3,200 kg. ¡Jah! ¡Pobre ilusa! ¡Aficionada! (Debo aceptar que Bibi le tiene algo de envidia, a estas horas)

Como les decía, las contracciones no han empezado en serio, así que el doctor decidió inducir el parto hoy 3 de septiembre. Estamos aquí desde las 7:00 AM (ya son las 12:00), y pese a que le aplicaron un gel, y un goteo de oxitocina, no se puede decir en serio que las contracciones ya estén ocurriendo con la suficiente frecuencia. Eso son malas noticias, porque si Alejo no se encaja en su sitio, o ella no dilata lo suficiente, van a tener que hacerle cesárea. Perspectiva que, por supuesto, no nos gusta mucho. (De hecho Bibi está en este momento, literalmente, haciéndole barra: ‘!que baje! ¡que baje!)

Así que todo parece indicar que van a tener que abrir a mi pobre esposita, lo que no sólo es quirúrgicamente incómodo, sino que no vamos a poder practicar las respiraciones que aprendimos en el curso psicoprofiláctico. Además sería irónico, ya que Bibi soportó estoicamente el trabajo de parto durante todo el día.

....

11 de la mañana del 4 de septiembre.

Alejito llegó ayer a las 5:45 PM; como su papá, con tiempo suficiente para alcanzar a ver los cortos completos. Efectivamente, la operación fue ne-cesárea. Finalmente pesó 3,780g (el ginecólogo salió de la intervención me dice, haciendo la mímica correspondiente, ‘eso fue una vaina así de grande’), aunque midió 53 cm. (Es decir, es un bebé gordito y rechonchito, con cachetes y papada, y todo) La pobre Bibi quedó bastante aporreadita... más o menos como si le hubieran abierto una chamba en la panza lo bastante grande como para sacar un aliencito de 4 kg. Alejo, por otro lado, está rozagante, mucho menos ajetreado que si hubiera sido parto natural, que es a los bebés como salir por un tubo de crema.
Como es gordito tiene que estar comiendo continuamente (cada dos horas y media, más o menos) para evitar que la glucosa en la sangre se le baje, o se le suba, no recuerdo bien, de modo que, por más que sea juicioso y no llore a menos que uno cometa la horrible afrenta de moverlo y perturbarle el sueño, nos toca levantarnos cada dos horas a darle de comer, incluso un teterito después de que el man se pega un rato a la Bibi.

Ando medio zombie por la falta de sueño, puesto que esa continua interrupción me afecta el descanso, y, aunque algo maltrecho, ya sobreviví mi primera experiencia como padre: la cambiada. Más o menos a las cuatro y media de la mañana, unos quince minutos después de que se fuera la enfermera tras alimentar a Alejo el Voraz, Bibi me despertó porque el nené empezó a hacer sonidos escatológicos. Como ella no puede moverse ni hacer fuerza por la cicatriz de la cesárea, ni siquiera hubo de necesidad de echar suertes o vigilar el cumplimiento de un programa estricto de turnos: esta me tocaba a mí.

Ahora, en la casa ya le tenemos a Alejo, en el corralito, una especie de tinita de plástico que es para cambiar al bebé (la descripción es para beneficio de los solteros o de los casados pusilánimes, para los demás habría bastado decir que el corral es con cambia-pañal), pero aquí en el cuarto del hospital, por supuesto que no hay nada de eso. Así que me tocó sacar a Alejo de la cuna y tenderlo en la cama.

En el curso psicoprofiláctico nos dieron una clase sobre cuidado al neonato (y de hecho estuve despierto durante la gran mayoría de esa charla), pero no hubo siquiera una sesión práctica con un muñeco. Hay una sencilla razón para que los pilotos necesiten un determinado número de horas de vuelo, además de saberse los manuales y textos al derecho y al revés: hay cosas que no se las pueden enseñar a uno.

Y con el sueño, y el revuelo que armé con la cambiada no solamente se me olvidaron las instrucciones de la profesora, sino que el poco sentido común del que aún hago gala se largó también. Así pues, no se me ocurrió siquiera alistar todo lo que iba a necesitar, ni hacer lugar para el bebé, sino que lo puse en la cama así nomás, y comencé a tratar de quitarle el pañal.

Esto es otra de las cosas que a uno no pueden enseñarle: cambiar a un bebé despierto es como tratar de envolver en papel de aluminio una serpiente de gelatina de tres metros de longitud, sin romperla. Aún para la primera parte, que debería ser la fácil, cuando uno tiene que quitarle la ropa, el cagüingo quita las manos y las paticas y por supuesto toca tener mucho cuidado para que quede sirviendo. En eso me demoré nada más como diez minutos, porque además el pelao tenía uno de esos enterizos que se les ven preciosos, pero que tienen como cincuenta botones, y que le halan el bracito si uno le acomoda la piernita.

Cuando finalmente conseguí liberarle la parte inferior y quitarle el pañal, no pude menos que maravillarme de la cantidad de caca que le cabía adentro no sólo a mi hijo, sino al pañal. Y ahí fue que me di cuenta: 1) que no había alistado los pañitos, ni el pañal de repuesto 2) que no lo había quitado de encima de la manta y 3) que no recordaba con claridad el algoritmo a seguir. Bueno, con calma, me dije, si fui capaz de ponerme al día con las re-condenadas actas del LCC, con toda seguridad podré cambiar a un bebé. Iluso.

Hay que deshacerse del pañal primero, continúe, pero cuando le levanté la colita y halé el pañal me encontré con que su colita estaba completamente untada (obvio), y como no tenía los pañitos, si sacaba el pañal iba a untar el enterizo. Entonces eche reversa y trate de poner el pañal por debajo, temporalmente. Pero el hediondo (figurativamente, porque como solamente está comiendo lechecita, fetidez es la única característica repugnante que aún no tiene su caca) chino no se quedó quieto, y mientras yo pescaba un pañal y media docena de pañitos, que resultaron ser tristemente pocos, pataleó y chapaleó, y se untó hasta las manos (literalmente). Entonces comencé a limpiarlo, empezando por las partes que era más probable que se echara a la boca: manos, pies, rodillas, piernas, barriga y jopo. Ofendido, él decidió expresar su desacuerdo con el procedimiento de un modo tan viejo como Babilonia, pero por suerte a esa edad aún no son muy duchos en eso de la percepción de la profundidad, y el chorrito me falló por un par de centímetros.

Para entonces ya había pasado un rato muy muy largo (a todos nos lo pareció) y a Bibi estaba que le daba un yeyo. Gracias a Dios no se podía levantar, porque donde pueda, me ahorca. Alejo, por su parte, aullaba y lloraba porque no solamente lo habían despertado, sino que lo habían empelotado, lo habían embadurnado de popó, y lo habían dejado abandonado a la intemperie.

Y así llegamos a la escena final: a ropita que tenía puesta al iniciar la odisea y la frazada estaban que daban asco, me había gastado todos los pañitos húmedos y casi diez toallitas de papel, había arruinado un pañal (le arranqué el adhesivo), y había regado la ropa del cambiador por encima del sofá en que me estaba quedando, pero Alejo estaba cambiado, envuelto en su frazada, y aproximadamente limpio (de hecho en la mañana, cuando ya tenía los nuevos pañitos vimos que le había quedado un poco de caca entre los dedos de los pies, y en la nueva manta quedó perdida una mediecita toda untada, pero me digo a mí mismo que para ser la primera vez no estuvo tan mal), y mirándome con sus ojitos medio pegados con la expresión de La Garra pensando ‘ganaste esta vez, Gadget, pero espérate a la próxima, cuando ya coma compota’...



§ Sin embargo, para aquellos con vena romántica, les cuento que cuando le mandamos a hacer el examen de GDC a Bibi ya estábamos medio seguros, y debo decir que ilusionados, no por los Clear Blue que, como expliqué antes, no fueron concluyentes, sino por el Incidente del Petirrojo. Resulta que después de hacernos el segundo examen, que por demás era el último que quedaba en la única droguería que estaba abierta a las siete de la mañana de ese domingo, bajamos a la cocina, y encontramos que se había metido un pajarito a la sala. ¿Recuerdan La Séptima Profecía (en inglés The Seventh Sign), con Demi Moore? Obviamente Bibi se puso a chillar de la emoción, y hasta me alcanzó a conmover a mí. Desde el principio ella lo interpretó como un signo, ya que usualmente los pájaros, al menos los que no son retardados, no se meten a la casa donde Leeloo muy bien puede almorzárselos, y le mete todo el empeño a eso.

* De hecho encontré un argentino de medio pelo que en su página Web (de ‘tripod’, válgame Dios, ni siquiera tiene una página comercial) se autodenomina ‘poeta-cantante’, y pegó una foto que parece de protagonista de fotonovela, pero como sólo hace covers de tangos malucos me rehúso a clasificarlo como “cantante”

W Yo necesito una audiencia con un mínimo de cultura para que entiendan las alusiones. Y eso que, ya que este es esencialmente un texto de divulgación, decidí eliminar las citas de Les Luthiers y Asterix.

Tuesday, November 07, 2006

¿Cómo orinar sosteniendo un laptop?

Procedimiento de Oficina 003: Orinar sosteniendo un laptop

A quién está dirigido este documento:

  • Hombres
  • Hombres que usen laptop
  • Hombres que no tengan completamente claro el proceso de la micción
  • Hombres o mujeres que disfruten discutiendo acerca de funciones excretorias
  • Moncho, David, y todo ED (menos Adolfo, tal vez, que es aproximadamente decente)

A quién no está dirigido el procedimiento

  • Mujeres
  • Hombres que utilicen pañales para adultos
  • Hombres o mujeres que se ofendan con charlas sobre la excreción
  • Hombres o mujeres que se sonrojen por la mención de sinónimos o eufemismos del acto de la excreción urinaria, a saber: orinar, mear, hacer pipí, cambiarle el agua al pájaro, darle la mano al mejor amigo, peinarse (porque si no se peina se totea), hacer chichí, hacer aguas, llover dorado, regar el campo, etc.
  • Hombres o mujeres que puedan sentir ofendida su religiosidad ante la mezcla de chistes excretorios con chistes religiosos
  • Herman Munster, Frankenstein, u hombres que usen peinado estilo cepillo

Cuándo usar:

  • Inmediatamente antes de una reunión de dos horas en la que usted es el expositor, y debe cargar con su laptop, si se cumplen tres o más de las siguientes condiciones:
    • La puerta de la sala está cerrada, por tanto usted no puede entrar a dejar su laptop, pero todos los asistentes ya están agolpados frente a ella, ansiosos por entrar
    • Usted ha estado trabajando en la presentación por cuatro horas ininterrumpidas, tiempo durante el que se ha zampado cuatro vasos de agua y no ha ido al baño
    • Es su primera reunión en el nuevo empleo, y lo que menos desea es que todos se lleven la impresión de que usted es un incumplido
    • La reunión promete ser muy larga
    • Existe una posibilidad de que se arme una batahola en medio de la reunión. La tensión comprime la vejiga
    • El baño está inconvenientemente localizado a dos puertas de distancia de la sala de reuniones
    • Le entregaron el computador hace menos de cinco días, y le da algo de oso extraviarlo (y terror la perspectiva de extraviarlo y más adelante tener que explicar cómo lo extravió)
    • Tiene puesto un bluejean de botones


Cuándo no usar:

  • Cuando usted sea el personaje de mayor rango de la reunión. En ese caso, los demás ya deben estar acostumbrados a esperar por su vejiga. Y si no, que vayan aprendiendo…
  • Cuando tenga tiempo suficiente para mear como Dios manda [1]
  • Cuando tenga acceso a un baño con inodoro normal, sobre cuyo tanque pueden depositarse cómodamente la mayor parte de portátiles
  • Cuando el piso del baño seleccionado esté seco
  • Cuando no tenga acceso a un baño con puerta. Una cosa es contonearse en privado, y otra muy distinta moverse como un marica ante la potencial vista de alguien
  • Cuando tenga puesto un kilt y por tanto pueda, simplemente, pararse sobre la taza
  • Cuando no le de asco sentarse sobre la taza desnuda, ya que cuando sólo se cuenta con una mano, desenrollar doce metros de papel higiénico y aplicarlos adecuadamente sobre la taza es más difícil que mear
  • Cuando tenga un mínimo de sentido común

Instructivo

  • Maldígase por haber olvidado mear hasta que fue demasiado tarde
    • Ya que está en esas, maldiga a los arquitectos que definieron la localización de los baños, a los que se demoraron en la reunión de antes, y, a decir verdad, a todo el que se le de la gana
  • Decida qué mano utilizar para sostener el laptop, y qué mano para sostener todo lo demás
    • Tenga en cuenta si es zurdo, derecho, ambidiestro o ambisiniestro
    • Considere que, si bien el laptop es mucho menos valioso, también es mucho menos probable que se le caiga lo otro
  • Muy sabiamente, decida utilizar la mano dominante para sostener el laptop
    • Pregúntese cuántas veces de hecho ha sostenido lo otro con la mano no dominante, y, sobre todo, qué diablos estaba haciendo en esas ocasiones
  • Después de forcejear un tiempo suficiente (acuérdese que está de afán) con los botones, ríndase y pase el laptop a la mano no dominante
    • En este punto, considere en todo caso la larga, cercana y fructífera relación que han mantenido su mano dominante y el instrumento en cuestión, y acepte que, después de todo, eso era lo que usted quería en primer lugar
  • Forcejee un rato con la mano dominante, y dese cuenta por primera vez en su vida de lo jodido que es desabrochar un pantalón con una sola mano
    • Pregúntese por qué le es mucho más fácil desabrochar un brassier con una sola mano, que abrir una bragueta si en teoría usted ha tenido más contacto con las segundas que con los primeros
    • Después de pensarlo un momento, siéntase aliviado y orgulloso de que le sea más fácil abrir brassieres que braguetas con una sola mano
    • Mire el reloj, y vea que ya está a punto de llegar tarde
    • Pregúntese en qué momento de su vida usted decidió que por algún motivo era mejor usar botones que cremalleras
    • Acuérdese de la película “Loco por Mary” y de lo que le contó un amigo en primer semestre, y reconozca que pese a la demora, son mejores los botones que las braguetas
    • Considere que si usted fuera Herman Munster, Frankenstein o usara peinado de cepillo, toda la tarea sería mucho más fácil
  • Afanado, ponga el laptop entre las piernas para abrir las bragueta con las dos manos
    • Deje interrumpida la tarea en medio de desabrochar un botón, y agarre el laptop que se resbaló de entre sus muslos
    • Resígnese a poner el laptop sobre la taza para poder abrir los botones
  • Una vez haya abierto la bragueta, agarre una vez más el laptop mientras escarba con su mano dominante
  • Caiga en cuenta que si no deja de pensar en brassieres y las diversas oportunidades en que los ha abierto con una y dos manos, su tarea será mucho más difícil
  • Justo antes de empezar, repare en el calorcito de la pila, y sorpréndase por lo difícil que es empezar su tarea con la barriga caliente
  • Separe el laptop de su vientre y así, por fin, inicie su tarea
  • Aguántese la risa. Tenga en cuenta lo que pensaría usted que está haciendo un huevón que se ría mientras mea
  • Cuando vea lo difícil que le resulta apuntar, sorpréndase por el rol que juega su mano no dominante en toda la tarea, y pregúntese si en verdad no será ambidiestro
  • No mire el reloj, sabiendo que ya se habrá pasado al menos tres minutos de la hora de la reunión
  • Finalice el proceso con toda la presteza posible. Esmérese, sobre todo, en la sacudida; puesto que tiene que poner otra vez el laptop entre las piernas para guardar los implementos, lo que menos necesita es que le caiga una gota de ácido a la carcaza. O, ¿qué le va a decir a todo el mundo, que eso fue en una pelea con un Alien?
  • Cuando salga del cubículo, agradezca a los Hados que no haya nadie en el baño, porque así puede saltarse el paso de la lavada de manos, ahorrándose al menos treinta segundos
  • Sucumba a la paranoia, y devuélvase antes de salir para, después de todo, bañarse las manos
    • Si algún día escribe esto en un blog, pregúntese cuántos de sus amigos pensarán que usted incluyó este último paso simplemente para que nadie dude que usted se baña las manos el 100% de las veces que orina
  • Afánese en llegar a su reunión, después de cerciorarse que después de todo va como cinco minutos tarde
    • Camine llevando el portátil al frente, tapando un posible botón que se le haya pasado, porque al fin y al cabo se cerró la bragueta en un tiempo récord
  • Entre a su reunión y descubra, con cierto alivio, que ninguno de los top men de la reunión ha llegado aún. Instale su equipo, hablando trivialidades con los demás asistentes
  • Espere durante diez minutos a que terminen de llegar los jefes, evidentemente familiarizados con la primera excepción del uso de este instructivo
Notas

[1] Tal como Wikipedia, se necesita una cita. Agradezco al que me pueda enviar la página de Biblia, Corán, Talmud, Vedas, Libro de Mormón, Dianética, Discurso de Uribe o similares donde se describan en detalle la posición de alguna deidad con respecto a la Etiqueta Orinística

Tuesday, October 24, 2006

La Pancita

Todo el mundo, incluido yo, hizo el mismo chiste al reparar en el tamaño de la barriga de Bibi: Alejito, quien desde su nacimiento ha oscilado entre el 95% y 98% en tamaño y peso, será el pequeño de la familia. Así de panzona está. Por si esto fuera poco, por la manera como patea Juan Pablo, todo parece indicar que nuestro Angelito (y aquí les pido hacer memoria cuántas veces las historias sobre Alejo terminan con la sabia moraleja: “Es mejor atajar que arrear”) será igualmente el pasivo de la familia.

Durante nuestro primer embarazo, la pancita tardó bastante tiempo en manifestarse, hasta el punto que hasta el quinto mes yo consideré seriamente la posibilidad de cargar a todos lados con una copia de la ecografía para poder utilizar los puestos de parqueo y las cajas preferenciales en los supermercados. El crecimiento sólo se presentó hasta el mes séptimo, pero fue moderado. La barriga sólo salió de verdad durante las últimas tres semanas en las que, según nos explicaron los doctores, es el período de mayor desarrollo del feto. Si mal no estoy hasta el séptimo mes se están formando órganos, y después es sólo incremento de volumen.

Este nuevo mucharejo, en cambio, comenzó a exhibirse desde muy temprano, como puede apreciarse en las fotos. Hasta tal punto que durante los tres o cuatro días que precedieron la primera ecografía yo albergué la secreta esperanza de que fuera la parejita de mellizos. (Secreta, por supuesto, porque la mera idea de tener dos hijos a la vez le producía la risa nerviosa a mi esposa quien, pese a que yo me considero un padre bastante involucrado en la crianza de la descendencia, ha tenido a cargo como el 75% del esfuerzo.) Lamentablemente no tengo muchas fotos de Bibi cuando estaba esperando a Alejito, pero definitivamente no estuvo tan barrigona sino hasta mucho más tarde en el embarazo. Y tampoco sentimos patear a Alejo hasta más adelante, también, posiblemente mes sexto o séptimo, mientras que Juan Pablo es pateante desde el quinto.

La idea de que el cliché sea cierto y nos estemos enfrentando a otro miquito gigantesco e inquieto nos llena de pánico, aunque no por el motivo que ustedes creen: como a Alejo hubo que sacarlo mediante cesárea, la práctica médica actual es hacer lo mismo con toda la progenie subsiguiente. Y aunque una chamba en la panza no es precisamente una perita en dulce, al menos es un procedimiento controlado, a diferencia de los estragos que puede causar un cuerpo extraño de 4 kilos saliendo por…. Ya me dolió, si alguien quiere más detalles escabrosos similares, pues que vea Nip/Tuck. Pero divago… el temor es producto de extrapolar nuestro Calvincito y multiplicarlo por 1.1 en tamaño, peso y capacidad de destrucción.

Cuando Alejo empezó a gatear, muchos de nuestros amigos que ya habían tenido bebé nos decían, no sin cierto tonito de arrogancia, “Cuando nuestro bebé empezó a gatear, no recogimos nada m’hijita. Es que ellos tienen que aprender a que con las cosas de la casa no se juega”. Esa filosofía, descubrí, subestima en mucho la curiosidad de mi hijo (Y aquí especifico que en verdad fue su curiosidad la culpable de la mayor parte de los estragos, y no su capacidad o intención de destrucción. Las posee, por supuesto, y en generosa medida, pero esos estallidos son tan efectivos como precisos. Los daños que ha causado accidentalmente, intentando ver qué hay dentro de un marco de fotografías o el reloj cucú son más aleatorios, y por tanto más ubicuos.) Alejo, en efecto, aprendió la lección, pero solamente después de aprender muchas otras sobre resistencia de materiales. Es más, posiblemente aprendió que con las cosas de la casa no se juega porque el juego será mucho más corto que si se juega con los juguetes, que tardan unos minutos más en romperse….

En fin, es mejor atajar que arrear. (Me pregunto si pensarían lo mismo los vaqueros a los que les tocaba detener una estampida en las películas del Oeste.) La ventaja es que a Juan Pablo no le quedaron adornitos al nivel del piso para romper, pero me temo que ya con un secuaz podrán atacar blancos más ambiciosos, como el televisor o el carro.

Ahora que Juan Pablo no necesariamente será un Vikingo hiperkinético, pues, para usar otra de esas joyas de la sabiduría popular, “cada embarazo es distinto, m’hijita.”

Cuando Bibi quedó embarazada de Alejo no hacía mucho tiempo se había graduado de la Universidad, y aunque estaba haciendo una Maestría y era presidente Rotaract, aún conservaba la saludable (aún si inverosímil) costumbre de hacer 300 abdominales para empezar el día. Además, durante los primeros meses del embarazo había continuado haciendo ejercicio. Y, por si fuera poco, se tomaba la vida con calma.

Esta vez, en cambio, en vez de las abdominales debe encargarse de preparar a Alejo para el jardín (muchísimo más agotador, aunque lamentablemente no aeróbico), en la Maestría ya no está como alumna sino como profesora, y ya no es presidente Rotaract sino Regente vitalicia del Castillo Torres. Y como los primeros meses estuvo bastante mareada y maluca (y aunque no fueron precisamente placenteros, Bibi y yo tuvimos que cambiar nuestra opinión de que la pobre era el ser más sufrido del Universo cuando recibimos noticias de casos de VERDADERA maluquera), no pudo hacer ejercicio. Razones estas que, combinadas entre ellas y con el hecho de que su esposo trabajaba desde la casa y por tanto tenía todo el día para ponerle los nervios de punta, han conseguido mantenerla en un nivel de stress tal que resulta contagioso.

Así que no es sorprendente que sus abdominales no sean lo que eran, y sean incapaces de contener adecuadamente al pequeño energúmeno. Quien, aprovechando la flexibilidad de sus aposentos, aparentemente no sólo empezó a moverse con libertad más temprano que su hermanito, sino que la aprovechó para construirse tremendo Loft. (Que, a juzgar por la panzota, debe contar con terraza para barbecues y un jardincito para salir a trotar.) ¡Jah! La sorpresa que le espera cuando salga y le toque compartir cuarto con Alejo y cama con Leeloo.

Ser barrigona, por supuesto, le ha traído algunas molestias (y también nos aterra que las señoras con experiencia sacuden tristemente cuando les preguntamos sobre los meses que nos esperan), pero creo que otra vez, a pesar de que no volví a ver ni un solo puesto de parqueo para señoras gordas ni cajas preferenciales, le ha traído todavía más ventajas.

La principal, por supuesto, es que nos ha dotado a Alejito y a mí de un interlocutor más tangible para nuestros monólogos de integración familiar. En efecto, uno se siente un poco raro hablándole a una panza casi plana, me imagino algo similar deben sentir los actores en películas con un alto contenido de efectos especiales; ellos saben que deben estar hablando con Jar Jar Binks, pero en realidad sólo ven una pantalla verde. Y además de charla, su panza nos ha proporcionado horas de actividades de integración, como observar los movimientos de Juan Pablo, tratar de causarlos o embadurnarla de Aceite humectante.

Otra de las ventajas es indudablemente que todo el mundo le ve la pancita, y le sonríe, y le pregunta cómo va, y le hace visita (aquí debo especificar que, lamentablemente, no falta la señora confianzuda que, acabándola de conocer, se manda a manosearle la barriga, cosa que por supuesto le puede hacer hervir la sangre). Para Bibi, la parte más divertida del embarazo es la deferencia y atención que recibe de parte de todos.

Esas son las ventajas que Bibi acepta públicamente, pero yo estoy seguro que hay otra que, con razón, mantiene en secreto, y probablemente sea debido a la falta de cromosoma Y, a la influencia de Venus, o al sexto sentido. Una de las pistas que tuvimos para saber que está más barrigona ahorita es que no le quedó ninguna de las prendas del pasado embarazo, ni siquiera las que usó al final. Ya ha tenido que ir de compras al menos tres veces en el último mes, y si el proceso continúa, nos esperan por poquito otros tres shopping sprees, y si bien expresa verbalmente su preocupación por el tema, no puede disimular cierto brillo en los ojos y una sonrisa de satisfacción.

Y, ya que cada uno de estos placeres seguramente le envía una generosa ración de endorfinas a Juan Pablo, las salidas de compras de Bibi tienen, aparte de todas las negativas implicaciones económicas, un alto componente pavloviano que no nos deja otra opción que esperar que la estatura definitiva de Juan Pablo no sea acorde con el tamaño de la barriga de su mamá. Porque, si hay algo que me han enseñado estos años de convivencia con Alejito,es que si a uno le va a tocar criar un pelado más grande, más pesado y más inquieto que todos a su alrededor, lo que definitivamente no necesita es que sea adicto a las compras.

Sunday, October 08, 2006

Las cosas que no se olvidan...

Montar en bicicleta, en teoría.
Hace un par de semanas, preocupado por la empecinación con que mi peso se rehusaba a bajar de los 87 kg, decidí que una buena manera de hacer ejercicio sería ir a la oficina en bicicleta. El responsable fue en mayor medida mi cuñado, quien vive a dos cuadras de mi casa y trabaja a tres cuadras de mi oficina, y suele hacer el recorrido en 35 minutos, unas dos veces a la semana. Durante su almuerzo de cumpleaños, estábamos hablando de deporte con su jefe (entre sorbos de cerveza Águila, por supuesto) y entre una cosa y otra quedó sobre la mesa el ofrecimiento de prestarme la ducha de su oficina en las mañanas que yo decidiera pedalear al trabajo... Fue así como, algunos días después, compré una flamante bicicleta (que me costó más o menos el 50% más de lo esperado pese a ser un modelo bastante normalito) que durmió el sueño de los justos en el cuarto de San Alejo hasta que finalmente me dedidí a usarla.
La principal razón por la que no me atreví a empezar la rutina, más que pereza, era pánico escénico.
Cuando se aprende a montar en bicicleta, reza el cliché, jamás se olvida. Pero en mi caso, donde el consenso de mis amigos después de que saliéramos a dar vueltas un rato por el barrio solía ser Fercho no sabe montar en bicicleta, ¿qué? Y me imagino que el hecho de no haber montado en una bicicleta móvil más que cinco veces en los últimos diez años no ayuda a la confianza en uno mismo.
(Ni de los demas, por cierto. Una vez decidí comprar la bicicleta se me ocurrieron mil usos, muchos de ellos escenarios de alegres ratos padre-hijo: podría, entre otras cosas, llevarlo los fines de semana al
dojo. Pero cuando, entusiasmado, le contaba estos planes a Bibi ella, sin dejar de hacer lo que estaba haciendo, dijó con tranquilidad: Pero a Alejo sólo lo subes a la cicla después de haber practicado un par de vececitas, ¿no? Quién puede culparla. De hecho para ella mis habilidades ciclísticas deben tener las mismas cualidades míticas que mi incursión por la gimnasia olímpica o las danzas: a falta de evidencia fotográfica o de terceros, solamente cuenta con mi palabra y la historia es, lamentablemente, no del todo verosímil)
Pero hoy fue el día. Domingo 8 de Octubre, 7:55 AM Sir Vilson se despide de su esposa, ya equipado con casco y guantes (los únicos avíos de ciclista que me permití comprar. Si alguien me ve poniéndome un trajecito abigarrado de licra pegada al cuerpo, puede tener la seguridad de que he conseguido al menos tres superpoderes y me dirijo a combatir el crimen), dispuesto a enfrentar el recorrido de quince cuadras que separa mi casa del
dojo donde practica Alejo.
El inicio del periplo, en la privacidad del parqueadero, vacío a horas tan indecentes, no estuvo mal. Para mis estándares, por supuesto, el timón estuvo algo vacilante pero ni siquiera en mis mejores épocas (una semana antes de que mi BMX perdiera su rueda delantera en una colisión frontal contra un automóvil estacionado) pude hacer el truquito ese de montar en cicla con las dos manos indolentemente puestas en los bolsillos traseros.
El itinerario estuvo cuidadosamente definido desde la noche anterior, cuando la decisión de salir a montar en bicicleta fue tomada después de un tiempo de deliberación al menos cinco veces superior al que me tomó decidir
comprar la bicicleta en cuestión: subo por la 147 hasta la 9a, por la 9a hasta la 140 y por allí bajo las cinco o seis cuadras que quedan para llegar al dojo. Pan comido.
El camino empezó bastante bien. Una, dos, tres cuadras... todo perfectamente. Quizá un poquito más de sudor que el que esperaba, y de vez en cuando una cierta vibración en la bicicleta que achaqué a la falta de práctica. Pero cuando pasé la avenida del caño, empezó un desagradable tirón en las piernas. Esto era más difícil que lo que había pensado. La bicicleta estaba en el cambio más suave, aquel donde uno tiene que darle como quince vueltas al pedal por cada vuelta de la rueda (escrito así no suena precisamente descansado, ¿verdad?), y aún así sentía que cada vuelta era peor que mi Elíptica con la máxima resistencia...
Como los borrachos, o los que han sufrido grandes pérdidas, Sir Vilson, ciclista neófito, experimentó varias etapas:
Negación: No puede ser que mi físico sea tan malo, eso es pura impresión. Falta de práctica.
Incredulidad: ¡Cómo así, la bicicleta de la niña que me acaba de dejar botado tiene ruedas de soporte!
Confusión: ¡Pero si yo hago Elíptica tres veces por semana! ¡45 minutos! (bueno, a veces 35) ¡Y al menos la mitad es en ejercicio cardiovascular!
Suspicacia: Claro, los miserables fabricantes de la Elíptica la deben poner con una resistencia subestándar, para que los gorditos que las compramos nos sintamos unos atletas.
Mística: ¡Dios Mío, la 147 es de subida!
Desesperanza: ¡No sea tan pendejo, todavía quedan como cinco cuadrotas para llegar a la Novena!
Análisis: Ya comenzó a pasarme la gente trotando. Creo que fue un error comprar esta vaina...
Intriga: Espero una horita, boto esta vaina al caño y le digo a Bibi que me atracaron y me robaron la cicla...
Racionalización: Claro, ellos salen cada ocho días a la ciclovía. Así cualquiera. Yo ya rondo los cuarenta. Y la viejita esa que me pasó tenía pinta de haber sido campeona olímpica.
Ni siquiera me atrevía a mirar el reloj. Era la típica elección mitológica. Escila: Solamente habían pasado cinco minutos, y yo ya estaba juagado de sudor, con palpitaciones y a punto de botar la toalla. Caribdis: En efecto, habían transcurrido los veinticinco minutos que yo sentía, lo que significaba que me había demorado más yendo en bicicleta que a pie. Solamente seguía pedaleando, no sé si por orgullo, tozudez, estupidez, vergüenza o todas las anteriores, pensando que ya había pasado lo peor.
Pero finalmente, tuve que rendirme. A seis cuadras del dojo, me bajé de la cicla dispuesto a llevarla de la mano con aire de derrota. Y cuando empezé mi Marcha, y ví que tenía que hacer fuerza para empujarla, sólo entonces pensé que no podía ser normal y examiné la bicicleta.
La rueda trasera estaba completamente descentrada, y rozaba contra el marco (la vibración que yo había sentido, evidentemente). Después de que se me pasara la piedra con mi ética deportiva, pues en vez de culpar la bicicleta había decidido que el problema era mi estado físico, examiné el desperfecto. El hecho de no contar con una adecuada aptitud mecánica pocas veces me ha detenido para emprender reparaciones. Y así, a los pocos minutos tuve un diagnóstico: si soltaba el tornillo de la llanta, podría centrarla con relativa facilidad, y luego la apretaría de nuevo. Chimbo.
Sin embargo, ante mis ojos desfilaron un control de Playstation, un portaminas Lamy, un Palm Pilot III, un Mac II ci y docenas de electródomésticos y adminículos más que, después de haber sido desarmados por mí con precisión quirúrgica jamás habían encontrado su movilidad normal. Y me imaginé dando una vuelta de más a la tuerquita y viendo como los quince mil engranajes de la llanta trasera se desparramaban por la calle. Y en cambio, recordé el teclado de mi portátil, el control de la alarma, mi teléfono celular y tantos otros que respondían adecuadamente a la violencia física, así que le dí una sacudida a la llanta, que volvió a quedar aproximadamente en el centro. Aún no giraba con total libertad, pero al menos ya no estaba frenada.
Al subir de nuevo a mi nave, y empezar a pedalear, no pude evitar una exclamación de : "Ah, ¡esto es distinto!"... Y de hecho en menos de cinco minutos llegué al dojo, donde la clase ya iba por la mitad.
Mientras le contaba a Bibi mis proezas deportivas y manuales, celebré mi victoria con una cacerola de huevos pericos con jamón y queso, dos panes y café (porque no me gusta el Tamal y no había Lechona)
El viaje a la bicicletería (116 con 19) fue mucho más simple. Es que con la rueda trasera girando, ¡cualquiera! El mecánico simplemente aflojó la tuerca que yo había identificado. (Y ya viendo a un experto me dije a mí mismo que si le habían dejado manija era para poder hacerlo manualmente. Como dicen los gringos 20/20 Hindsight) Pero como además encontró un problema con los frenos, que yo no habría tenido el más mínimo chance de detectar, para no hablar de reparar, terminé comprándole guardabarros a la cicla.
Me tomó 24 minutos llegar del almacén a la casa, que fueron muchísimo, pero muchísimo más fáciles que la ida. Ahora tengo la certeza de que podré enfrentarme victorioso al recorrido de la casa al trabajo. Claro que, al menos las primeras veces, saldré como mínimo media hora antes que mi cuñado. Y dejaré a Bibi pendiente por si tiene que emprender una misión de rescate.

Thursday, October 05, 2006

Empezando

Hace como dos meses, cuando aún no era asalariado (aunque sí relativamente productivo), y me enteré de que Bibi estaba embarazada otra vez, empecé este Blog. O no lo empecé, a decir verdad, sino que sólo creé la cuenta. En mi mente, para esta época ya debería estar recibiendo al menos dos e-mails al día de la gente de Google, suplicándome reducir mis publicaciones al menos a la mitad....
¡Jah!
Había olvidado lo difícil que es escribir. O al menos, para mí, sobre todo cuando no lo hago sobre criaturas mitológicas (y eso que de criaturas mitológicas, tampoco nada al menos desde hace seis meses, y lo poco que se ha escrito es confuso y fragmentario.)
Mi plan era ir contando, poco a poco, el desarrollo de Juan Pablo y Alejo, junto con las ideas (cursi la mayoría, de acuerdo, pero interesantes) que he venido teniendo últimamente. Sin embargo, cuando ya Juan Pablo está más cerca de su nacimiento que de aquella tarde de Abril 10 en que, asumo, no había nada bueno en HBO, al ver lo deprimentemente vacío del blog me pregunté: "¿Qué pasó con esto?"
La respuesta obvia es locha. Pero además, debo admitir que en realidad estaba esperando la visita de La Musa. Me preocupaba un poco escribir algo de mala calidad. Pero me hago dos preguntas:
  • Si no le preocupa a Dan Brown, o Ricardo Arjona, ¿por qué habría de preocuparme a mí?
  • Y, en cuanto escribir algo de calidad, ¿por qué empezar ahora?
Así pues, empezaré a partir de este momento a publicar. Con un poco de suerte, además del progreso de Juan Pablo y Alejo, vea un progreso en mi entumecida habilidad de escriba. Quién quita, hasta de pronto termine algo ....